jueves, 11 de octubre de 2012

Contra la obesidad infantil

"Imagínate si en tu país tú eres talla normal, cómo serán los gordos...", me dijo alguna vez un francés ya entrado en años, mas no en grasa... Y pensar que en ese tiempo pesaba 7 kilos menos que ahora y estaba de acuerdo a la tabla de estatura y peso mexicana...
 
Lo cierto es que según datos de la OCDE y otros organismos, México es el país con mayor obesidad infantil. ¡¿Del mundo?!, ¡¿superando a Estados Unidos, con todo y su Coca-Cola?!, pues al parecer también encabezamos la lista global de mayores consumidores de refresco... Nuestra Secretaría de Salud afirma que un tercio de nuestros niños son obesos.
 
Razones hay más de una: mala alimentación, inactividad física, pocas y malas campañas de nutrición, escasa cultura deportiva...
 
Me declaro víctima, o al menos agente pasiva en eso del deporte... Fui la niña a la que siempre le pasaba el balón de futbol por debajo de las piernas, que cuando encestaba en el basket todo el equipo se sorprendía, que llegaba en las últimas filas de los maratones y un laaargo etcétera. Siempre pensé que era lo normal, porque en realidad dentro de mis grupos eran unos cinco los que destacaban o se dedicaban más seriamente a los deportes. Habíamos otros 25 que mejor saltábamos la cuerda, jugábamos al "avioncito" o a "los quemados".
 
Apenas pasados los veinte, decidí cambiar mi destino anti-deportivo y entrar a ese mundo que me parecía tan ajeno. Intenté ir con frecuencia a un club y seguir todos esos consejos de algún entrenador con los bíceps inflados por 3 horas al día de pesas, más no sé cuántos anabólicos. Me funcionó una semana y no más. Regresaba de vez en cuando para intentar sin mucho éxito afianzarme al cardio, al baile latino, a las pesas. Lo único que me abrió una pequeña ventana fue la natación.
 
Al nadar siento que vuelo, que mis músculos se disgregan para flotar en la materia, que alcanzo una libertad inusitada. Nadé tres años con menor frecuencia que la de un aficionado. Me enojaba conmigo misma por no lograr hacerme un espacio entre mis dos y a veces tres trabajos. Nunca pasaba del primer carril, donde personas de la tercera edad hacían caminatas acuáticas para preservar la elasticidad y fortaleza de los brazos y piernas. Vergüenza la mía... Tal vez eso del deporte nada más no era para mí. Yo, a los periódicos, a los libros, a la fotografía...
 
Apenas tres semanas atrás descubrí una alberca cerca de casa. Comencé a ir tres veces por semana. ¿Sería lo correcto? Costaba tres veces menos que el club, un mal signo para los demás. "Si cuesta menos, es menos serio". La primer clase no podía llegar al otro lado de la alberca sin detenerme a respirar como un náufrago sin fuerza. De pronto, una voz de esperanza "si piensas que no puedes, no lo harás. Piensa que puedes. Todo está en la mente". Gracias al entrenador por tan sabias palabras que al final, aplican para todo en la vida. Ya lo decía el Kybalion..., me tardé en aplicarlo al deporte.
 
Desde entonces he logrado avanzar 3 carriles. ¡Al fin llegué al carril de mi edad! Ahora nado en nivel medio y cada que termino recibo un "bien hecho, cada vez mejoras más". Cuando me canso y no puedo con una brazada más, sólo pienso "yo puedo, yo puedo". A veces volteo hacia arriba y veo el afiche de Paola Espinosa, que cuelga de la fosa de clavados, y aunque no concuerde con tantas cosas de esta deportista, recuerdo su determinación y hoy aplaudo su petición al Congreso de luchar contra la obesidad infantil de fondo, de promover el deporte.




 

Sucré ou salé? / ¿Dulce o salado?

miércoles, 5 de octubre de 2011

El periódico mexicano El Universal publicó hoy un video hecho por Miguel Ángel Spíndola sobre la exposición "Sucré ou salé? / ¿Dulce o salado?, para consultarlo: http://www.eluniversaltv.com.mx/detalle.php?d=25960


lunes, 3 de octubre de 2011

La inauguración de la exposición "Sucré ou salé? / ¿Dulce o salado? fue todo un éxito el jueves pasado (29 de septiembre) en la Alianza Francesa de San Ángel. Para los que aún quieran verla, estará hasta el 17 de octubre. Aquí pongo unas fotos y más abajo las fotografías y las crónicas que la compusieron. Si quieren ponerse en contacto conmigo para cualquier comentario o venta:

Mariana Domínguez Batis
mariandb@msn.com 
batosgarabatos@gmail.com 
5539907682

¡Muchas gracias a todos los que lo hicieron posible y a los que nos acompañaron ese día y los siguientes!


De izq. a der.: Philippe Palade, director de la Federación
 de las Alianzas Francesas; Anne Chays, directora de la
Alianza Francesa de San Ángel; Mariana Domínguez Batis,
expositora; Juan San Juan, fotógrafo y profesor de la Esmeralda


Mariana Domínguez Batis, Juan San Juan y Humberto Valdez






24. Centinela de hierro
"Centinela de hierro" (Viena, 2011)                              ® Mariana Domínguez Batis
Frente al Museo Etnológico de Viena, un mexicano, vestido como indígena y convertido en atracción turística, baila ritualmente con dirección al sol y pide al gobierno austriaco la devolución del penacho de Moctezuma. Muchas veces me he preguntado qué hace el ornato en la capital de Austria, cómo terminó ahí. La historia dicta que el penacho fue regalado por el Moctezuma a Hernán Cortés, quien a su vez lo subastó a un hermano de Maximiliano II, por lo que desde entonces permanece en Europa.

            Este año me sorprendo con la noticia de que Austria ha prometido devolver temporalmente el penacho a México, a condición de que el país latinoamericano, a su vez, envíe a los austriacos la carroza del austrohúngaro asesinado en Querétaro, Maximiliano de Habsburgo. Pleitos diplomáticos...

            Es tal vez por toda esta historia que en Viena se pueden encontrar más productos mexicanos que en otras ciudades europeas. En una tienda encontré algunos discos de música mexicana. Y ante la curiosidad, paramos a comer un refrigerio en un restaurante que se anunciaba como mexicano, en donde se escuchaba música española y en el menú se encontraban nachos con queso, burritos y cervezas con etiqueta bio, nada populares hasta el momento en nuestro país.

            Desde que llegué a Francia, varias personas me dicen orgullosas que beben cerveza mexicana y me muestran una "Desperado" (una mezcla de cerveza con sabor a tequila hecha en Francia) y les gustan mucho los burritos, las galletas Pepito (bizcohos con chocolate cuya publicidad es un niño con un zarape montado en un burro), el guacamole (vendido en los supermercados en forma de polvo con mucho comino, lo más alejado posible a lo que comemos nosotros) y chile con carne, servido con bastantes frijoles. Se sorprenden cuando les digo que no bebemos y casi no comemos eso y que más bien es una exportación de lo que en Estados Unidos se ha interpretado como comida mexicana o, más específicamente, de la comida que surgió en la frontera llamada tex-mex.

            Mientras bebemos una cerveza en el restaurante "mexicano" en el centro de Viena, pienso en el intercambio cultural iniciado por Moctezuma y en la distorsión que ha significado desde entonces, cuando se pensaba que en vez de penacho tal vez era un capa.

23. Huellas de agua
"Huellas de agua" (Venecia, 2010)                    ® Mariana Domínguez Batis
Era un invernal 23 de diciembre y en el asfalto de las calles de Milán permanecía aún una película de nieve de una nevada pasada. Me levanté a las cinco de la mañana, comí un poco de cereal y desperté con una crueldad madrugadora a Marisol, Eren y Nayeli. Después de hacer el ritual de la vestimenta (ropa térmica, botas, suéter, abrigo, guantes, bufanda y gorro), salimos hacia el tranvía y luego hacia el tren.

            Aquel invierno, atravesamos la mitad de Italia en el tren estatal, desde Milán hasta Roma, pasando por Boloña, Turín, Pisa, Florencia y Siena, ciudades en las que salíamos a caminar entre calles con poca gente y cada dos horas, sin pensarlo, nos refugiábamos en un café donde una colazzione --delicioso croissant con mermelada y capuccino-- nos salvaba del intenso frío. Posiblemente fue el único viaje en el que gastamos más en café que en alojamiento.

            Los trayectos del tren eran de lo más perculiar. No dejábamos de hablar un momento, salvo cuando alguna tenía sueño y caía rendida sobre su cuello unos momentos. Fue el vagón, me atrevería a decir, donde surgió una verdadera amistad entre las cuatro, donde repasamos la vida y astucias de cada una, soltando risotadas, enseriándonos y hasta entristeciéndonos, ante la mirada extrañada de los otros pasajeros.

            Al llegar a Venecia, nos encontramos con una ciudad mucho más inundada de lo habitual, debido a la acqua alta. El agua hab,enejado sus huellas  euros,ligando a los visitantes a caminar sus calles sobre angostas pasarelas, con botas compradas en 10 euía avanzado y dejado sus huellas hasta en el último rincón. Las mesas y sillas de las terrazas de los restaurantes de la Piazza San Marcos, flotaban; en los comercios y los restaurantes había entrado el líquido y sus trabajadores luchaban sin mucho éxito por expulsarlo.

            Para permitir a los turistas visitar un poco, se habían construido estrechas tarimas de tablones para caminar sobre el agua, que abarcaban kilómetros de camino. Los comerciantes chinos, muy astutos vendían pares de botas hechas con bolsas de basura a diez euros, aunque eso sí, de atractivos colores (rosa mexicano, amarillo, azul), que los visitantes compraban sin pensar ante la idea de sumergir sus pies entre la gélida sustancia que abarcaba todo el piso.

            Al final, los tablones se convirtieron en una verdadera pasarela en el que desfilaban empapados turistas con hermosas botas de bolsas de plástico, paraguas que se volteaban al revés con el aironazo (comprados también a diez euros) y brillantes impermeables. Todo ello, sin quitarle un pelo de encanto a la ciudad.

22. Tierra de agua
 "Tierra de agua" (Venecia, 2010)                              ® Mariana Domínguez Batis
"¿Mariana, alguna vez has ido al carnaval de Río de Janeiro en tanga?", me pregunta el hiperactivo Théo a la mitad de la clase, quien se sorprende y sonroja ante mis ojos de plato y dice con un leve signo de arrepentimiento "no puede ser, entendió lo que dije".

            La escena tiene lugar el viernes previo a las vacaciones de invierno, por lo que los alumnos de cuarto año de secundaria, de unos catorce años en promedio, están más inquietos que nunca. Para combatir su impaciencia, elijo como tema para el día "el carnaval". Lo cual resulta a la maravilla. Si con la lección de Frida Kahlo se conmovieron mínimamente, el carnaval les encanta. Se emocionan, participan por completo en español sin dificultad (lo que no siempre sucede) y hasta bailan (aún más extraño) con los videos que Eréndira (asistente oriunda de Veracruz y por lo tanto experta en el tema) me recomendó en YouTube.

            Río de Janeiro, Veracruz, Niza, Tenerife, Las Palmas, Venecia, y otras ciudades, son el escenario de los coloridos desfiles, bailes, rituales y fiestas que les muestro con el videoproyector. La conclusión generalizada a la que llegan casi todos se resume en: "Mariana, amamos la fiesta, amamos el carnaval. Nos gustaría mucho ir a Río de Janeiro o a algún carnaval de América Latina, porque son diferentes, son más alegres. Aquí rompemos huevos en los coches, nos disfrazamos y hacemos desfiles, pero todo es más serio".

            Con esa idea en mente, una semana más tarde, me dirijo con Eréndira y Juan hacia Venecia. A la llegada a la ciudad, nos instalamos y salimos a pie hacia la plaza de San Marcos. Atravesamos todo el centro y nos sorprendemos con los exquisitos disfraces de los caminantes. Vemos rastros de huevos rotos y confeti por las calles, pero hay algo que no nos cuadra, hay poca música y casi nada de baile. Pensamos que es por la hora, medianoche.

            Al día siguiente, volvemos en búsqueda de lo no visto y una vez más encontramos hermosos disfraces y pasarelas. Lo disfrutamos mucho. No es como el carnaval en América Latina, como me previnieron mis alumnos, pero sin duda es hermoso y lleno de tradición.

            De regreso al colegio, la primera pregunta del día la hace Théo: "Mariana, ¿cómo te fue en Venecia, había muchas chicas con tanga?". "Théo, ese tipo de preguntas no se hacen en clase, pero si de verdad lo quieres saber, estábamos a -2º, imagina tú".