miércoles, 5 de octubre de 2011
lunes, 3 de octubre de 2011
La inauguración de la exposición "Sucré ou salé? / ¿Dulce o salado? fue todo un éxito el jueves pasado (29 de septiembre) en la Alianza Francesa de San Ángel. Para los que aún quieran verla, estará hasta el 17 de octubre. Aquí pongo unas fotos y más abajo las fotografías y las crónicas que la compusieron. Si quieren ponerse en contacto conmigo para cualquier comentario o venta:
Mariana Domínguez Batis
mariandb@msn.com
batosgarabatos@gmail.com
5539907682
¡Muchas gracias a todos los que lo hicieron posible y a los que nos acompañaron ese día y los siguientes!
Mariana Domínguez Batis, Juan San Juan y Humberto Valdez |
24. Centinela de hierro
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"Centinela de hierro" (Viena, 2011) ® Mariana Domínguez Batis |
Frente al Museo Etnológico
de Viena, un mexicano, vestido como indígena y convertido en atracción
turística, baila ritualmente con dirección al sol y pide al gobierno austriaco
la devolución del penacho de Moctezuma. Muchas veces me he preguntado qué hace
el ornato en la capital de Austria, cómo terminó ahí. La historia dicta que el
penacho fue regalado por el Moctezuma a Hernán Cortés, quien a su vez lo
subastó a un hermano de Maximiliano II, por lo que desde entonces permanece en
Europa.
Este año me sorprendo con la noticia de que Austria ha
prometido devolver temporalmente el penacho a México, a condición de que el
país latinoamericano, a su vez, envíe a los austriacos la carroza del
austrohúngaro asesinado en Querétaro, Maximiliano de Habsburgo. Pleitos
diplomáticos...
Es tal vez por toda esta historia que en Viena se pueden
encontrar más productos mexicanos que en otras ciudades europeas. En una tienda
encontré algunos discos de música mexicana. Y ante la curiosidad, paramos a
comer un refrigerio en un restaurante que se anunciaba como mexicano, en donde
se escuchaba música española y en el menú se encontraban nachos con queso,
burritos y cervezas con etiqueta bio, nada populares hasta el momento en
nuestro país.
Desde que llegué a Francia, varias personas me dicen
orgullosas que beben cerveza mexicana y me muestran una "Desperado"
(una mezcla de cerveza con sabor a tequila hecha en Francia) y les gustan mucho
los burritos, las galletas Pepito (bizcohos con chocolate cuya publicidad es un
niño con un zarape montado en un burro), el guacamole (vendido en los
supermercados en forma de polvo con mucho comino, lo más alejado posible a lo
que comemos nosotros) y chile con carne, servido con bastantes frijoles. Se
sorprenden cuando les digo que no bebemos y casi no comemos eso y que más bien
es una exportación de lo que en Estados Unidos se ha interpretado como comida
mexicana o, más específicamente, de la comida que surgió en la frontera llamada
tex-mex.
Mientras bebemos una cerveza en el restaurante
"mexicano" en el centro de Viena, pienso en el intercambio cultural
iniciado por Moctezuma y en la distorsión que ha significado desde entonces,
cuando se pensaba que en vez de penacho tal vez era un capa.
23. Huellas de agua
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"Huellas de agua" (Venecia, 2010) ® Mariana Domínguez Batis |
Era un invernal 23 de
diciembre y en el asfalto de las calles de Milán permanecía aún
una película de nieve de una nevada pasada. Me levanté a las cinco de la
mañana, comí un poco de cereal y desperté con una crueldad madrugadora a
Marisol, Eren y Nayeli. Después de hacer el ritual de la vestimenta (ropa
térmica, botas, suéter, abrigo, guantes, bufanda y gorro), salimos hacia el
tranvía y luego hacia el tren.
Aquel invierno, atravesamos la mitad de Italia en el tren
estatal, desde Milán hasta Roma, pasando por Boloña, Turín, Pisa, Florencia y
Siena, ciudades en las que salíamos a caminar entre calles con poca gente y
cada dos horas, sin pensarlo, nos refugiábamos en un café donde una colazzione --delicioso croissant con
mermelada y capuccino-- nos salvaba del intenso frío. Posiblemente fue el único
viaje en el que gastamos más en café que en alojamiento.
Los trayectos del tren eran de lo más perculiar. No
dejábamos de hablar un momento, salvo cuando alguna tenía sueño y caía rendida
sobre su cuello unos momentos. Fue el vagón, me atrevería a decir, donde surgió
una verdadera amistad entre las cuatro, donde repasamos la vida y astucias de
cada una, soltando risotadas, enseriándonos y hasta entristeciéndonos, ante la
mirada extrañada de los otros pasajeros.
Al llegar a Venecia, nos encontramos con una ciudad mucho
más inundada de lo habitual, debido a la acqua
alta. El agua hab,enejado sus
huellas euros,ligando a los visitantes a
caminar sus calles sobre angostas pasarelas, con botas compradas en 10 euía
avanzado y dejado sus huellas hasta en el último rincón. Las mesas y sillas de
las terrazas de los restaurantes de la Piazza San Marcos, flotaban; en los
comercios y los restaurantes había entrado el líquido y sus trabajadores
luchaban sin mucho éxito por expulsarlo.
Para permitir a los turistas visitar un poco, se habían
construido estrechas tarimas de tablones para caminar sobre el agua, que
abarcaban kilómetros de camino. Los comerciantes chinos, muy astutos vendían
pares de botas hechas con bolsas de basura a diez euros, aunque eso sí, de
atractivos colores (rosa mexicano, amarillo, azul), que los visitantes
compraban sin pensar ante la idea de sumergir sus pies entre la gélida sustancia
que abarcaba todo el piso.
Al final, los tablones se convirtieron en una verdadera
pasarela en el que desfilaban empapados turistas con hermosas botas de bolsas
de plástico, paraguas que se volteaban al revés con el aironazo (comprados
también a diez euros) y brillantes impermeables. Todo ello, sin quitarle un
pelo de encanto a la ciudad.
22. Tierra de agua
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"Tierra de agua" (Venecia, 2010) ® Mariana Domínguez Batis |
"¿Mariana, alguna vez
has ido al carnaval de Río de Janeiro en tanga?", me pregunta el
hiperactivo Théo a la mitad de la clase, quien se sorprende y sonroja ante mis
ojos de plato y dice con un leve signo de arrepentimiento "no puede ser,
entendió lo que dije".
La escena tiene lugar el viernes previo a las vacaciones
de invierno, por lo que los alumnos de cuarto año de secundaria, de unos
catorce años en promedio, están más inquietos que nunca. Para combatir su
impaciencia, elijo como tema para el día "el carnaval". Lo cual
resulta a la maravilla. Si con la lección de Frida Kahlo se conmovieron
mínimamente, el carnaval les encanta. Se emocionan, participan por completo en
español sin dificultad (lo que no siempre sucede) y hasta bailan (aún más
extraño) con los videos que Eréndira (asistente oriunda de Veracruz y por lo
tanto experta en el tema) me recomendó en YouTube.
Río de Janeiro, Veracruz, Niza, Tenerife, Las Palmas,
Venecia, y otras ciudades, son el escenario de los coloridos desfiles, bailes,
rituales y fiestas que les muestro con el videoproyector. La conclusión
generalizada a la que llegan casi todos se resume en: "Mariana, amamos la
fiesta, amamos el carnaval. Nos gustaría mucho ir a Río de Janeiro o a algún
carnaval de América Latina, porque son diferentes, son más alegres. Aquí
rompemos huevos en los coches, nos disfrazamos y hacemos desfiles, pero todo es
más serio".
Con esa idea en mente, una semana más tarde, me dirijo
con Eréndira y Juan hacia Venecia. A la llegada a la ciudad, nos instalamos y
salimos a pie hacia la plaza de San Marcos. Atravesamos todo el centro y nos
sorprendemos con los exquisitos disfraces de los caminantes. Vemos rastros de huevos
rotos y confeti por las calles, pero hay algo que no nos cuadra, hay poca
música y casi nada de baile. Pensamos que es por la hora, medianoche.
Al día siguiente, volvemos en búsqueda de lo no visto y
una vez más encontramos hermosos disfraces y pasarelas. Lo disfrutamos mucho.
No es como el carnaval en América Latina, como me previnieron mis alumnos, pero
sin duda es hermoso y lleno de tradición.
De regreso al colegio, la primera pregunta del día la
hace Théo: "Mariana, ¿cómo te fue en Venecia, había muchas chicas con
tanga?". "Théo, ese tipo de preguntas no se hacen en clase, pero si
de verdad lo quieres saber, estábamos a -2º, imagina tú".
21.
A ras de arena
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"A ras de arena" (Valencia, 2010) ® Mariana Domínguez Batis |
La primera parada de las vacaciones fue París, donde, como decía
Jean-Baptiste Grenouille en El Perfume,
la verdadera esencia de la ciudad te llega por el olfato. Nunca perderé de la
memoria el olor de las caminatas nocturnas por el Sena con mis ya buenos amigos
Osvaldo y Marisol; o el de las castañas quemadas en una tarde fría de otoño en
Montmartre. París, fue París y para cada uno de nosotros será uno de esos
recuerdos felices que se atesoran a lo largo de una vida.
Cinco días y unos 400
euros después…: Valencia con Cristina Silaghi. En nuestras caminatas por la
ciudad, la primera fuente en la que nos sentamos a descansar, Cristina me
tomaba una fotografía (para el USB de los recuerdos jaja), cuando un viejo con
la clásica boinita negra de lado le pidió que nos tomara uno foto juntos.
Tranquilamente se sentó junto a mí y me abrazó suave y cariñosamente. Tras el
click de la cámara, comenzó a besarme sin parar. Después, claro, para evitar
celos entre amigas, le tocó el turno a Cristina.
No comprendíamos
exactamente lo que estaba pasando. Nos preguntó cuál era nuestro origen. Claro,
una rumana y una mexicana no parecen españolas, al menos no nosotras. Después
de la respuesta, sacó su cartera. Solté una risotada interna: “ya piensa que
somos mendigas”. Contrario a mi pensamiento, no sacó una moneda, sino una
fotografía.
“Ella es mi razón de
ser, ¿no creen que es hermosa? Ya tiene tres años que me dejó, murió”. La instantánea
mostraba a una mujer hace unos diez años, medianamente recostada sobre un sofá,
vestida con un delantal de cocina de flores que disimulaba un poco su obesidad,
despeinada. “Era hermosa, reafirmó, y eso que no tengo conmigo una foto de
cuando estaba de gala, era aún más bella. Tiene unos tres años. Hoy sólo traigo
un euro en la bolsa, no les puedo invitar un café, pero si mañana regresan, a
la misma fuente, a la misma hora, las invito a comer”.
Nos despedimos lo mismo
conmovidas que extrañadas, cuando una nueva tanda de decenas de besos cayó
sobre nuestras mejillas. Al día siguiente, no regresamos a la fuente, pero
cuando llegó la hora en la que un día antes encontramos al viejo, mientras
mirábamos el mar en un día nublado, pensé que su mundo no se movía por el
dinero, sino por el amor y que las mejores fotografías de mi visita a Valencia
quedarían en mi mente.
20. Ágora nocturna
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"Ágora nocturna" (Valencia, 2010) ® Mariana Domínguez Batis |
“El mundo da vueltas y
vueltas por el dinero y no por el amor”, me dijo la chica más sabia que conocí
en Valencia, durante mis primeras vacaciones, donde mi círculo energético
conjugado con el de mi querida anfitriona Cristina Silaghi, se convirtió en un
imán de… digamos… experiencias.
Los siete días que estuve con ella, caminamos por todos
los rincones de la ciudad, o al menos, por los más que pudimos, comiendo,
claro, siempre saboreando a Valencia en sus horchatas de chufa (agua
blanquecina, como nuestra horchata, pero hecha a base de almendras), sus
helados de nata, sus paellas y sus embutidos.
El segundo día, Cristina ejercía una de sus pasiones: la
fotografía, cuando otra chica nos dirigió la palabra.“Bonita cámara, roja, es
un color original”. Al principio parecía una plática incidental, de tres
desconocidos que intercambian escasas palabras en un transporte, y cuya vida no
se volvería a cruzar jamás. “Saben, las mejores fotografías que pueden tomar
están aquí”, dijo, señalando su cabeza. “Las demás no tienen sentido. Por otro
lado, la cámara que sí me parecería interesante es una que me permitiera ver al
pasado”; dirigió su mirada melancólicamente a la ventana y continuó “aquí,
antes de ser la Universidad Politécnica eran unos naranjales. Me encantaría
tomar esa cámara dirigirla hacia allá y…”, en este momento su voz comenzó a
inflamarse de una emoción inusitada “… y ya no ver esos edificios sino los
naranjales. Podría ver tantas cosas tan hermosas”.
Era una joven de unos 26 años, bella y de ojos grandes y
expresivos. Su voz, su gesticulación y un babeo permanente cuando hablaba, nos
revelaron que tenía un leve retraso mental.
“El mundo da vueltas y vueltas por el dinero y no por el
amor. Yo estuve embarazada de la persona a la que amaba y mis padres me
obligaron a abortar”. Fue la última frase que alcanzó a articular antes de que
el tranvía detuviera su ágil paso, la chica bajara apresurada, me tocara
cariñosamente en el hombro y nos dijera “adiós, guapas”.
Minutos después, llegó nuestra parada y después de caminar
un poco, nos topamos de frente con los impresionantes edificios de La Ciudad de
las Ciencias de Calatrava.
19. Ojo avizor
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"Ojo avizor" (Sète, 2011) ® Mariana Domínguez Batis |
Aunque Sète significa
"seta" en occitano, yo fui a sus campos en búsqueda de nopales y no
de hongos. De camino hacia el mirador de la ciudad, en lo alto de la montaña, aprovecho
para captar furtivamente gaviotas entre la bruma y reparo que los parajes
empinados están poblados por la verde cactácea en tamaños comestibles y alejados
del sol (recientemente he aprendido que no todos los tipos de nopal se comen y
tampoco de cualquier tamaño, pues entre más grandes son más fibrosos; además,
se debe escoger los que crecen en la sombra para que tengan un mejor sabor).
No es que extrañe irremediablemente este tipo de
alimento, sino que Cathy, mi casera francesa, tiene una notable curiosidad por
probar lo que los extraños mexicanos preparan. Antes de mi llegada, vio un
reportaje en National Geographic en el que explicaban los beneficios inmensos
de ingerir la cactácea, sobre todo, sus propiedades anticancerígenas y, desde
ese momento, se fijó como meta lograr que la mexicana que vivire y muy contenta resa Cathy de sus vacaciones
de Chipreevaden mis brazos, se inmiscuyen en lo mlas espinas, labor mas
propiedadeía en su casa le mostrara cómo se come tan inusual comida.
Tampoco estaría mal llevar un poco de nopales para que
mis alumnos lo prueben. Desde que les conté la leyenda de nuestra bandera y les
platiqué que el nopal es parte de la dieta de los mexicanos, no pueden creer
que un cactus se coma, no imaginan el sabor ni cómo sobrevivimos después de
ingerirlo, por más que les he explicado que les quitamos las espinas.
Después de un rato de búsqueda, por fin encuentro una
penca adecuada y con ayuda de periódico, con mucho cuidado, corto algunas
hojas. Airosa, regreso a casa y comienzo a quitarle a mi tesoro las espinas,
labor más difícil de lo que pensaba. Es una especie distinta de nopal a la que
conocía, sus espinas son verdaderamente delgadas. Así que a pesar de mis
esfuerzos, no logro librarme de ellas; por el contrario, invaden mis brazos, se
inmiscuyen en lo más profundo de mi suéter y mis pantalones, llevándome a
abandonar la tarea.
En la noche, regresa Cathy de sus vacaciones de Chipre y
muy contenta me da el regalo que me ha traído: un paquete de periódico bastante
grande. Al abrirlo, encuentro nada más y nada menos que dos nopales de
dimensiones gigantescas que me explica que tuvo que contrabandear por la
aduana. Con espinas aún por todo el cuerpo, le explico lo que apenas ese mismo
día entendí: no todas las variedades de nopal son comestibles.
18. Bruma y soledad
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"Bruma y soledad" (Sète, 2011) ® Mariana Domínguez Batis |
"Su ojo móvil mezcla a la luz del peligro el agua
y la
danza infiel de las olas", Paul Valéry
Este fin de semana me he
quedado sola en casa. Cathy, mi casera se fue a Chipre de vacaciones con
Michel, su pareja. Janet, la otra asistente mexicana de la ciudad, está en Mirrepoix,
un pueblito medieval cerca de Toulouse donde vive su novio Alejandro. Nuestras
demás amigas pasean por Londres. Así que he decidido tomar el primer tren que
salga de la estación sin rumbo muy fijo. El destino: Sète.
Ya en el tren me encuentro con Maike, una alemana que ha
venido a Francia a trabajar en una ONG dando clases de francés a inmigrantes,
sobre todo árabes. Caray, así como muchas personas en Europa piensan que todas
las mexicanas nos llamamos Mar. ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽es
un diminutivo de Mar pues las cuatro que he conocido hasta ahora llevan ese
nombre, que ses de franc, la otra asistía, yo podría pensar que todas
las alemanas se llaman Maike, pues las cuatro que he conocido hasta ahora
llevan ese nombre, que irónicamente es un diminutivo de María. En fin, Maike
lleva unas flores para su novia que la espera en Agde, la siguiente parada, así
que tampoco podrá acompañarme de excursiónMichel, su pareja,, donde vive Alejandro casa. Cathy, mi casera se fue con
su novio a Chipre de vacaciones. Janet, la otra asist.
Agde y Sète son dos ciudades costeras por las que pasa el
tren de Béziers, donde vivo, con dirección al este y que había visto tan sólo
desde la ventanilla en mis travesías hacia Montpellier. Las vistas eran bellas:
de calles construídas entre el agua, como Venecia. Así que al llegar, salí de
la estación de trenes con cámara en mano. Cuál es mi sorpresa al encontrarme
con una densa bruma que no me dejaba ver más allá de dos metros de distancia ni
disfrutar de los legendarios paisajes de la ciudad.
Entre neblina, llego al faro del muelle, donde descubro
una placa que recuerda que el Sinaia, con 1599 refugiados españoles, había
partido del puerto de Sète hacia México en 1939. La leyenda también agradece a
nuestro país por haber sido la única nación en reconocer la República Española
en aquellos tiempos, así como a su presidente, Lázaro Cárdenas, por la calurosa
recibida que le dio a los tripulantes, que tendrían la oportunidad de iniciar
una nueva vida, ya sin bruma.
17. Crónica romana
Dos judíos se nos acercan a
Eren y a mí y nos untan un poco de champaña detrás del oído. Un tercero besa
emocionado a Marisol en la mejilla. Y un cuarto abraza a Nayeli. Acaban de
sonar las doce campanadas para recibir el 2011 y las miles y miles de personas
que lo celebran en la Piazza Venezia se abrazan, aunque nunca antes se hayan
visto, comparten botellas de espumosa champaña (es de buena suerte frotarse el
lóbulo de la oreja con esta bebida) y contemplan un espectáculo de fuegos
artificiales (hasta hoy, Italia es el país europeo que más los arroja, herencia
de los viajes de Marco Polo a China y de su encuentro con la pólvora).
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"Crónica romana (Roma, 2011) ® Mariana Domínguez Batis |
De pronto, la felicidad se vuelve caos. Entre las
estrepitosas detonaciones de los fuegos artificiales, la multitud comienza a
echarse para atrás. Se forman círculos gigantescos de personas con huecos
centrales y comienzan a llover botellas vacías de champaña. No entendemos bien
qué pasa, sólo nos cubrimos la cabeza y despejamos el iebo, siamos felices, bebo, bebo, beboamina cantando () fin
a Janet y Alejandro, perdidos durante varias horas. Por las calles iaéra
del bombardeo. Diez minutos más tarde, la plaza se ha convertido en un espacio
plagado de millones de pedacitos de vidrio, obligando a los visitantes a
caminar con sumo cuidado.
En otra ocasión, aprenderiebo, siamos felices, bebo, bebo, beboamina cantando () fin a
Janet y Alejandro, perdidos durante varias horas. Por las calles iía que
en Año Nuevo, una tradición italiana es romper objetos, después de las doce de
la noche, para deshacerse de todo el mal que pudieron vivir el año ya pasado.
En varios pueblos, se acostumbra desde hace años tirar muebles enteros o
vajillas por la ventana; costumbre que ha sido prohibida por el gobierno
italiano, en unos casos, y, en otros, reglamentada (siebo, siamos felices, bebo, bebo, beboamina cantando () fin a
Janet y Alejandro, perdidos durante varias horas. Por las calles iólo se
puede aventar objetos a ciertas horas, para que no haya viandantes a los que
les caiga en la cabeza un televisor o un sofá).
Cuando la plaza comienza a despejarse, encontramos por fin a Janet y Alejandro, nuestros acompañantes que habían estado perdidos durante varias horas entre el gentío. Por las calles romanas todo es felicidad, la gente camina cantando ("Bebo, siamo felici, bebo, bebo, bebo", es la tonada favorita de los borrachos), abrazando desconocidos, bailando y bebiendo toda suerte de vinos y cervezas.
Cuando la plaza comienza a despejarse, encontramos por fin a Janet y Alejandro, nuestros acompañantes que habían estado perdidos durante varias horas entre el gentío. Por las calles romanas todo es felicidad, la gente camina cantando ("Bebo, siamo felici, bebo, bebo, bebo", es la tonada favorita de los borrachos), abrazando desconocidos, bailando y bebiendo toda suerte de vinos y cervezas.
Antes de ir a dormir, ya bien entrada la madrugada, me
tapo la cabeza con la colcha, por el recuerdo de la lluvia de botellas, y
pienso con cariño en mi difunto papá, hoy era su cumpleaños.
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