lunes, 3 de octubre de 2011


21. A ras de arena
"A ras de arena" (Valencia, 2010)        ® Mariana Domínguez Batis
La primera parada de las vacaciones fue París, donde, como decía Jean-Baptiste Grenouille en El Perfume, la verdadera esencia de la ciudad te llega por el olfato. Nunca perderé de la memoria el olor de las caminatas nocturnas por el Sena con mis ya buenos amigos Osvaldo y Marisol; o el de las castañas quemadas en una tarde fría de otoño en Montmartre. París, fue París y para cada uno de nosotros será uno de esos recuerdos felices que se atesoran a lo largo de una vida.

            Cinco días y unos 400 euros después…: Valencia con Cristina Silaghi. En nuestras caminatas por la ciudad, la primera fuente en la que nos sentamos a descansar, Cristina me tomaba una fotografía (para el USB de los recuerdos jaja), cuando un viejo con la clásica boinita negra de lado le pidió que nos tomara uno foto juntos. Tranquilamente se sentó junto a mí y me abrazó suave y cariñosamente. Tras el click de la cámara, comenzó a besarme sin parar. Después, claro, para evitar celos entre amigas, le tocó el turno a Cristina.

            No comprendíamos exactamente lo que estaba pasando. Nos preguntó cuál era nuestro origen. Claro, una rumana y una mexicana no parecen españolas, al menos no nosotras. Después de la respuesta, sacó su cartera. Solté una risotada interna: “ya piensa que somos mendigas”. Contrario a mi pensamiento, no sacó una moneda, sino una fotografía.

            “Ella es mi razón de ser, ¿no creen que es hermosa? Ya tiene tres años que me dejó, murió”. La instantánea mostraba a una mujer hace unos diez años, medianamente recostada sobre un sofá, vestida con un delantal de cocina de flores que disimulaba un poco su obesidad, despeinada. “Era hermosa, reafirmó, y eso que no tengo conmigo una foto de cuando estaba de gala, era aún más bella. Tiene unos tres años. Hoy sólo traigo un euro en la bolsa, no les puedo invitar un café, pero si mañana regresan, a la misma fuente, a la misma hora, las invito a comer”.

            Nos despedimos lo mismo conmovidas que extrañadas, cuando una nueva tanda de decenas de besos cayó sobre nuestras mejillas. Al día siguiente, no regresamos a la fuente, pero cuando llegó la hora en la que un día antes encontramos al viejo, mientras mirábamos el mar en un día nublado, pensé que su mundo no se movía por el dinero, sino por el amor y que las mejores fotografías de mi visita a Valencia quedarían en mi mente.

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