17. Crónica romana
Dos judíos se nos acercan a
Eren y a mí y nos untan un poco de champaña detrás del oído. Un tercero besa
emocionado a Marisol en la mejilla. Y un cuarto abraza a Nayeli. Acaban de
sonar las doce campanadas para recibir el 2011 y las miles y miles de personas
que lo celebran en la Piazza Venezia se abrazan, aunque nunca antes se hayan
visto, comparten botellas de espumosa champaña (es de buena suerte frotarse el
lóbulo de la oreja con esta bebida) y contemplan un espectáculo de fuegos
artificiales (hasta hoy, Italia es el país europeo que más los arroja, herencia
de los viajes de Marco Polo a China y de su encuentro con la pólvora).
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"Crónica romana (Roma, 2011) ® Mariana Domínguez Batis |
De pronto, la felicidad se vuelve caos. Entre las
estrepitosas detonaciones de los fuegos artificiales, la multitud comienza a
echarse para atrás. Se forman círculos gigantescos de personas con huecos
centrales y comienzan a llover botellas vacías de champaña. No entendemos bien
qué pasa, sólo nos cubrimos la cabeza y despejamos el aéra
del bombardeo. Diez minutos más tarde, la plaza se ha convertido en un espacio
plagado de millones de pedacitos de vidrio, obligando a los visitantes a
caminar con sumo cuidado.
En otra ocasión, aprender ía que
en Año Nuevo, una tradición italiana es romper objetos, después de las doce de
la noche, para deshacerse de todo el mal que pudieron vivir el año ya pasado.
En varios pueblos, se acostumbra desde hace años tirar muebles enteros o
vajillas por la ventana; costumbre que ha sido prohibida por el gobierno
italiano, en unos casos, y, en otros, reglamentada (sólo se
puede aventar objetos a ciertas horas, para que no haya viandantes a los que
les caiga en la cabeza un televisor o un sofá).
Cuando la plaza comienza a despejarse, encontramos por fin a Janet y Alejandro, nuestros acompañantes que habían estado perdidos durante varias horas entre el gentío. Por las calles romanas todo es felicidad, la gente camina cantando ("Bebo, siamo felici, bebo, bebo, bebo", es la tonada favorita de los borrachos), abrazando desconocidos, bailando y bebiendo toda suerte de vinos y cervezas.
Cuando la plaza comienza a despejarse, encontramos por fin a Janet y Alejandro, nuestros acompañantes que habían estado perdidos durante varias horas entre el gentío. Por las calles romanas todo es felicidad, la gente camina cantando ("Bebo, siamo felici, bebo, bebo, bebo", es la tonada favorita de los borrachos), abrazando desconocidos, bailando y bebiendo toda suerte de vinos y cervezas.
Antes de ir a dormir, ya bien entrada la madrugada, me
tapo la cabeza con la colcha, por el recuerdo de la lluvia de botellas, y
pienso con cariño en mi difunto papá, hoy era su cumpleaños.
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