20. Ágora nocturna
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"Ágora nocturna" (Valencia, 2010) ® Mariana Domínguez Batis |
“El mundo da vueltas y
vueltas por el dinero y no por el amor”, me dijo la chica más sabia que conocí
en Valencia, durante mis primeras vacaciones, donde mi círculo energético
conjugado con el de mi querida anfitriona Cristina Silaghi, se convirtió en un
imán de… digamos… experiencias.
Los siete días que estuve con ella, caminamos por todos
los rincones de la ciudad, o al menos, por los más que pudimos, comiendo,
claro, siempre saboreando a Valencia en sus horchatas de chufa (agua
blanquecina, como nuestra horchata, pero hecha a base de almendras), sus
helados de nata, sus paellas y sus embutidos.
El segundo día, Cristina ejercía una de sus pasiones: la
fotografía, cuando otra chica nos dirigió la palabra.“Bonita cámara, roja, es
un color original”. Al principio parecía una plática incidental, de tres
desconocidos que intercambian escasas palabras en un transporte, y cuya vida no
se volvería a cruzar jamás. “Saben, las mejores fotografías que pueden tomar
están aquí”, dijo, señalando su cabeza. “Las demás no tienen sentido. Por otro
lado, la cámara que sí me parecería interesante es una que me permitiera ver al
pasado”; dirigió su mirada melancólicamente a la ventana y continuó “aquí,
antes de ser la Universidad Politécnica eran unos naranjales. Me encantaría
tomar esa cámara dirigirla hacia allá y…”, en este momento su voz comenzó a
inflamarse de una emoción inusitada “… y ya no ver esos edificios sino los
naranjales. Podría ver tantas cosas tan hermosas”.
Era una joven de unos 26 años, bella y de ojos grandes y
expresivos. Su voz, su gesticulación y un babeo permanente cuando hablaba, nos
revelaron que tenía un leve retraso mental.
“El mundo da vueltas y vueltas por el dinero y no por el
amor. Yo estuve embarazada de la persona a la que amaba y mis padres me
obligaron a abortar”. Fue la última frase que alcanzó a articular antes de que
el tranvía detuviera su ágil paso, la chica bajara apresurada, me tocara
cariñosamente en el hombro y nos dijera “adiós, guapas”.
Minutos después, llegó nuestra parada y después de caminar
un poco, nos topamos de frente con los impresionantes edificios de La Ciudad de
las Ciencias de Calatrava.
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