19. Ojo avizor
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"Ojo avizor" (Sète, 2011) ® Mariana Domínguez Batis |
Aunque Sète significa
"seta" en occitano, yo fui a sus campos en búsqueda de nopales y no
de hongos. De camino hacia el mirador de la ciudad, en lo alto de la montaña, aprovecho
para captar furtivamente gaviotas entre la bruma y reparo que los parajes
empinados están poblados por la verde cactácea en tamaños comestibles y alejados
del sol (recientemente he aprendido que no todos los tipos de nopal se comen y
tampoco de cualquier tamaño, pues entre más grandes son más fibrosos; además,
se debe escoger los que crecen en la sombra para que tengan un mejor sabor).
No es que extrañe irremediablemente este tipo de
alimento, sino que Cathy, mi casera francesa, tiene una notable curiosidad por
probar lo que los extraños mexicanos preparan. Antes de mi llegada, vio un
reportaje en National Geographic en el que explicaban los beneficios inmensos
de ingerir la cactácea, sobre todo, sus propiedades anticancerígenas y, desde
ese momento, se fijó como meta lograr que la mexicana que vivir ía en su casa le mostrara cómo se come tan inusual comida.
Tampoco estaría mal llevar un poco de nopales para que
mis alumnos lo prueben. Desde que les conté la leyenda de nuestra bandera y les
platiqué que el nopal es parte de la dieta de los mexicanos, no pueden creer
que un cactus se coma, no imaginan el sabor ni cómo sobrevivimos después de
ingerirlo, por más que les he explicado que les quitamos las espinas.
Después de un rato de búsqueda, por fin encuentro una
penca adecuada y con ayuda de periódico, con mucho cuidado, corto algunas
hojas. Airosa, regreso a casa y comienzo a quitarle a mi tesoro las espinas,
labor más difícil de lo que pensaba. Es una especie distinta de nopal a la que
conocía, sus espinas son verdaderamente delgadas. Así que a pesar de mis
esfuerzos, no logro librarme de ellas; por el contrario, invaden mis brazos, se
inmiscuyen en lo más profundo de mi suéter y mis pantalones, llevándome a
abandonar la tarea.
En la noche, regresa Cathy de sus vacaciones de Chipre y
muy contenta me da el regalo que me ha traído: un paquete de periódico bastante
grande. Al abrirlo, encuentro nada más y nada menos que dos nopales de
dimensiones gigantescas que me explica que tuvo que contrabandear por la
aduana. Con espinas aún por todo el cuerpo, le explico lo que apenas ese mismo
día entendí: no todas las variedades de nopal son comestibles.
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