lunes, 3 de octubre de 2011


19. Ojo avizor
"Ojo avizor" (Sète, 2011)                                        ® Mariana Domínguez Batis

Aunque Sète significa "seta" en occitano, yo fui a sus campos en búsqueda de nopales y no de hongos. De camino hacia el mirador de la ciudad, en lo alto de la montaña, aprovecho para captar furtivamente gaviotas entre la bruma y reparo que los parajes empinados están poblados por la verde cactácea en tamaños comestibles y alejados del sol (recientemente he aprendido que no todos los tipos de nopal se comen y tampoco de cualquier tamaño, pues entre más grandes son más fibrosos; además, se debe escoger los que crecen en la sombra para que tengan un mejor sabor).

            No es que extrañe irremediablemente este tipo de alimento, sino que Cathy, mi casera francesa, tiene una notable curiosidad por probar lo que los extraños mexicanos preparan. Antes de mi llegada, vio un reportaje en National Geographic en el que explicaban los beneficios inmensos de ingerir la cactácea, sobre todo, sus propiedades anticancerígenas y, desde ese momento, se fijó como meta lograr que la mexicana que vivire y muy contenta resa Cathy de sus vacaciones de Chipreevaden mis brazos, se inmiscuyen en lo mlas espinas, labor mas propiedadeía en su casa le mostrara cómo se come tan inusual comida.

            Tampoco estaría mal llevar un poco de nopales para que mis alumnos lo prueben. Desde que les conté la leyenda de nuestra bandera y les platiqué que el nopal es parte de la dieta de los mexicanos, no pueden creer que un cactus se coma, no imaginan el sabor ni cómo sobrevivimos después de ingerirlo, por más que les he explicado que les quitamos las espinas.

            Después de un rato de búsqueda, por fin encuentro una penca adecuada y con ayuda de periódico, con mucho cuidado, corto algunas hojas. Airosa, regreso a casa y comienzo a quitarle a mi tesoro las espinas, labor más difícil de lo que pensaba. Es una especie distinta de nopal a la que conocía, sus espinas son verdaderamente delgadas. Así que a pesar de mis esfuerzos, no logro librarme de ellas; por el contrario, invaden mis brazos, se inmiscuyen en lo más profundo de mi suéter y mis pantalones, llevándome a abandonar la tarea.

            En la noche, regresa Cathy de sus vacaciones de Chipre y muy contenta me da el regalo que me ha traído: un paquete de periódico bastante grande. Al abrirlo, encuentro nada más y nada menos que dos nopales de dimensiones gigantescas que me explica que tuvo que contrabandear por la aduana. Con espinas aún por todo el cuerpo, le explico lo que apenas ese mismo día entendí: no todas las variedades de nopal son comestibles.

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