viernes, 30 de septiembre de 2011

16. Memorias de invierno
"Memorias de invierno (Roma, 2011)  ® Mariana Domínguez Batis

Era 30 de diciembre y los cientos de italianos que hacían sus compras decembrinas en las tiendas de lujo de las empedradas y bellamente adornadas calles del centro de Pisa, se preguntaban por qué dos chicas extranjeras --Marisol Coria y yo-- corrían despavoridas, maletas en mano, esquivando a todo transeúnte.

            Tan sólo quince minutos antes, nos habíamos bajado en la parada equivocada, separándonos de nuestras otras dos compañeras de viaje --Eren y Nayeli-- y, a falta de otro autobús cercano (a casi tres meses de vivir en Europa aún no nos acostumbramos a los estrictos horarios de transporte público), nos vimos obligadas a correr media hora para no perder el tren que nos llevaría a Roma.

            Estábamos agotadas, no podíamos dar un paso más y comenzábamos a resignarnos a pasar la noche en Pisa, cuando nos encontramos entre el gentío con el mismo grupo de hare krishna (unos siete jóvenes vestidos de naranja, cantando y exudando paz) con el que habíamos bailado dos días antes en el Puente Viejo de Florencia y vuelto a ver por casualidad el día anterior en Siena. No pudimos más que reír por la coincidencia. "Si de milagro llegamos al tren y en Roma también nos cruzamos con los hare krishna, será una señal y les invitaré a todas la cena ", le dije a Marisol, dándonos ánimos para seguir corriendo con la esperanza de llegar a tiempo.

            Agotadas, por fin alcanzamos la estación y nos encontramos con Nayeli y Eren preocupadas. Faltaban quince minutos para el último tren, el de las 8pm y nos formamos en una fila enorme de personas que querían viajar. Llegamos a la ventanilla a las ocho en punto, pero la señorita se negó a vendernos el boleto. Resignadas, compramos unos para el día siguiente, nos sentamos a descansar y, de pronto, Eren nos dijo q corriéramos rápido al andén. Tuvimos mucha suerte, pues el tren se había retrasado unos minutos; apenas nos subimos, cerró sus puertas. Tres horas más tarde llegamos a Roma. Eren y Nayeli, con muchos ánimos por haberse librado del maratón, nos convencieron de caminar un rato más hacia algo que descubrimos con admiración: el Coliseo. No volvimos a ver a los hare krishna, así que cada quien pagó su cena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario