16. Memorias de invierno
![]() |
"Memorias de invierno (Roma, 2011) ® Mariana Domínguez Batis |
Era 30 de diciembre y los
cientos de italianos que hacían sus compras decembrinas en las tiendas de lujo
de las empedradas y bellamente adornadas calles del centro de Pisa, se
preguntaban por qué dos chicas extranjeras --Marisol Coria y yo-- corrían
despavoridas, maletas en mano, esquivando a todo transeúnte.
Tan sólo quince minutos antes, nos habíamos bajado en la
parada equivocada, separándonos de nuestras otras dos compañeras de viaje
--Eren y Nayeli-- y, a falta de otro autobús cercano (a casi tres meses de
vivir en Europa aún no nos acostumbramos a los estrictos horarios de transporte
público), nos vimos obligadas a correr media hora para no perder el tren que
nos llevaría a Roma.
Estábamos agotadas, no podíamos dar un paso más y
comenzábamos a resignarnos a pasar la noche en Pisa, cuando nos encontramos
entre el gentío con el mismo grupo de hare krishna (unos siete jóvenes vestidos
de naranja, cantando y exudando paz) con el que habíamos bailado dos días antes
en el Puente Viejo de Florencia y vuelto a ver por casualidad el día anterior
en Siena. No pudimos más que reír por la coincidencia. "Si de milagro
llegamos al tren y en Roma también nos cruzamos con los hare krishna, será una
señal y les invitaré a todas la cena ", le dije a Marisol, dándonos ánimos
para seguir corriendo con la esperanza de llegar a tiempo.
Agotadas, por fin alcanzamos la estación y nos
encontramos con Nayeli y Eren preocupadas. Faltaban quince minutos para el
último tren, el de las 8pm y nos formamos en una fila enorme de personas que
querían viajar. Llegamos a la ventanilla a las ocho en punto, pero la señorita
se negó a vendernos el boleto. Resignadas, compramos unos para el día siguiente,
nos sentamos a descansar y, de pronto, Eren nos dijo q corriéramos rápido al
andén. Tuvimos mucha suerte, pues el tren se había retrasado unos minutos; apenas
nos subimos, cerró sus puertas. Tres horas más tarde llegamos a Roma. Eren y
Nayeli, con muchos ánimos por haberse librado del maratón, nos convencieron de
caminar un rato más hacia algo que descubrimos con admiración: el Coliseo. No
volvimos a ver a los hare krishna, así que cada quien pagó su cena.