viernes, 30 de septiembre de 2011

11. Caída libre

"Caída libre" (Marsella, 2010)                            ® Mariana Domínguez Batis
Nunca he hecho mucho ejercicio físico, he de ser franca, pero en Francia me sorprendo con el impulso que le da el Estado a las actividades deportivas. En el sur del país, hasta el más pequeño de mis alumnos juega tenis, rugby, futbol, nada, entre otras cosas. Y sin duda, el tema preferido para hablar en clase, incluso entre la niñas, es el deporte.

            Para aclimatarme a la realidad nacional, decidí comenzar con natación en mis tiempos libres, donde mi carril asignado fue el de mayores de cincuenta... El segundo paso fue inscribirme a la Federación Francesa de Senderismo, donde con veinticinco euros me hice acreedora a que una helicóptero me salvara en caso de perderme en la montaña, ¡fiú!

            Justamente con la tranquilidad del salvamento en mente, fue que Michel, el cuñado de mi casera me preguntó si le temía a las alturas. Mi respuesta fue negativa, por lo que acto seguido comenzamos con su esposa Marisse, maratonista profesional, un recorrido dominical por les Calanques, un conjunto montañoso de piedra caliza que emerge de las aguas esmeralda del Mediterráneo.

            Lo que comenzó como sólo un paseo, se convirtió en todo un desafío para mí. Tres horas después de empinadas subidas a paso veloz, sólo pensaba en no retrasarme ni dos minutos para ir al baño o tomar una foto, porque entonces perdería a la comitiva sin remedio. Mis tobillos no soportaban un paso más y llegó lo inevitable: diez minutos de escalada en roca sobre el vacío seguidos de un "yo te pregunté si temías a las alturas".
            A las cinco horas de haber comenzado la caminata, por fin alcanzamos la cima deseada al mismo tiempo que dos jóvenes. Uno de ellos cargaba a las espaldas una mochila casi de su tamaño. ¿Van a acampar?, fue lo que todos nos preguntamos, pues soplaba un viento ingente. Ante nuestra curiosidad, abrió la mochila, sacadmiramos-Berlín essignado fue el de mayores de cincuentasi de su tamaño. ¿Van a acampar?, fue lo que todos nos preguntamos, pueó unos arneses de ella y se los amarró ágilmente a las espaldas y a la cintura y nos sorprendió saltando al vacío, mientras su mochila se convertía en un parapente.

            "Te veo allá abajo con el coche en dos horas", le gritó el que se quedó en tierra, mientras admirábamos atadmiramos-Berlín essignado fue el de mayores de cincuentasi de su tamaño. ¿Van a acampar?, fue lo que todos nos preguntamos, pueónitos cómo planeaba por encima del mar, desafanándose por completo de toda preocupación.

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