14. Estética de luz
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"Estética de luz" (París, 2011) ® Mariana Domínguez Batis |
Después de una parada a las orillas del Sena para contemplar el
atardecer, con una mochila de montañista repleta a las espaldas y una pesada
maleta en cada mano, camino hacia la estación del RER y espero su llegada.
Cuando por fin se aproxima, con una hora de retraso, veo cómo la gente corre
desesperada hacia el tren, recuerdo mis lecciones de ciudad de México sobre
cómo subirme a un vagón repleto y me escabullo en el único hueco disponible.
De pie, con la espalda inclinada hacia delante, y sin posibilidad de
moverme un centímetro por tanta gente hacinada, observo a los pasajeros. Cinco
jóvenes con playeras del equipo de futbol de Marsella rodean a uno que porta
orgulloso una bufanda de Montpellier. "Te ganamos", le dicen
burlonamente al solitario, quien responde con una pequeña sonrisa inocua. El
grupo se cansa de la nula respuesta a su provocación y mejor comienza a entonar
algún canto de victoria, porque Marsella ha vencido a Montpellier en la Final
de la Copa de la Liga.
En la parada del
Estadio de Francia se bajan todos los hinchas y por fin puedo respirar un poco,
hasta que un señor me dice "señorita, le robaron". Reviso mis
múltiples maletas y veo una de las bolsas de la mochila abierta, reviso
cuidadosamente y descubro que el ladrón no se interesaba mucho por la
escritura, porque los cartuchos de tinta para pluma fuente
que cargaba permanecen intactos.
Por fin llego al
aeropuerto y recojo a Brenda, que me ha esperado paciente durante una hora.
Llegamos a medianoche al hostal en Montmartre y la convenzo de salir un poco
para que en su primer día pueda ver algo de París. "Mmm... no es como lo
imaginaba", me dice con un leve titubeo mientras caminamos por calles
repletas de sex shops en la zona rosa de la ciudad y somos seguidas por dos
chicos negros de casi dos metros con la promesa de llevarnos a bailar a un
lugar brasileño o darnos un tour.
Los perdemos de vista y
llegamos a las escaleras que conducen a la Basílica del Sacré Coeur. La
espléndida construcción bañada por la luz de la luna me maravilla una vez más.
Al subir al atrio para admirar la ciudad desde lo alto, nos adentramos en el
epicentro de la fiesta nocturna. House y hip-hop retumban en las grandes
bocinas de los visitantes. Pedazos de botellas vacías de vino y cerveza forman
una pequeña alfombra por todo el lugar. Varios grupos de jóvenes se reúnen
fuera de la iglesia a festejar la noche de sábado. Nos sentamos en uno de los
escalones al tiempo que un árabe nos ofrece una cerveza y ante nuestro rechazo,
decide mejor invitarnos a vivir a su casa. Declino cortesmente y caminamos
hacia el Moulin Rouge. En el trayecto, es un parisino maduro quien nos invita a
tomar un café o un trago. Apenas lo hemos dejado atrás cuando dos chicos
comienzan a seguirnos y Brenda, con un gesto nervioso y fatigado me dice
calmadamente: "¿te parece si vamos a dormir y mejor vemos París de
día?".
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