2. Desde la Acrópolis
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"Desde la Acrópolis" (Atenas, 2011) ® Mariana Domínguez Batis |
En agradecimiento a nuestro
anfitrión, el griego Dimitris Lambros, una noche nevada de invierno, Valérie,
Eren y yo decidimos preparar una "cena mexicana". Afortunadamente,
entre mis escasos conocimientos culinarios se encuentra la preparación de
tortillas de harina. Así que, con quince euros en mano y las palabras τυρί (queso), αβοκάντο (aguacate), κρεμμύδι (cebolla),
harina (αλεύρι) y ντομάτα (tomate) en una libretita, hicimos las compras (pues
casi nadie habla inglés y mucho menos español o francés) y más tarde preparamos
quesadillas con guacamole (platillo que nos había hecho famosas entre en Lisboa
un mes atrás).
Con el manjar en la mesa y tres mexicanas orgullosas,
Dimistris untó una quesadilla con la pasta de aguacate. Expectante, le pregunté
qué le parecía y su respuesta fue tan sencilla como: "pues, me gusta mucho,
es muy sabroso, pero se parece demasiado a nuestros souvlakis".
Después de esta respuesta y de pasar cuatro días en
Grecia, comencé a pensar en las semejanzas entre Atenas y la ciudad de México.
Mis cavilaciones se resumen en estos puntos:
1. En el D.F., amamos los tacos y el tequila. En Atenas, aman
los souvlakis (tacos con pan pita, rellenos de distintos tipos de carne) y el
ouzo.
2. Ambas ciudades fueron cuna de importantes civilizaciones de
conquistadores: Atenas, de la civilización griega y la ciudad de México, de la
azteca.
3. Actualmente, en ellas conviven modernas y antiquísimas
construcciones. La pirámide americana más antigua, Cuicuilco, se encuentra en
medio de la aglomeración de la ciudad de México; mientras que desde la
mismísima Acrópolis se contempla la actual capital griega.
4. La ciudad de México y Atenas nacieron, crecieron y se
reprodujeron entre montañas.
5. Por desfortuna, las dos ciudades son de las más contaminadas
del mundo; el tráfico es parte de su vida cotidiana, y miles y miles de
inmuebles dominan su horizonte.
6. Tanto los atenienses como los chilangos somos ruidosos y
fiesteros, aunque ellos rompan platos de felicidad y nosotros no.
Al final, como le dije a
Dimitris aquella noche: al igual que las ciudades, un taco es un taco y un
souvlaki es un souvlaki, porque aunque parecidos, cada uno tiene lo suyo.
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