viernes, 30 de septiembre de 2011

13. Nimeño
"Nimeño" (Nîmes, 2010)                                                            ® Mariana Domínguez Batis

"Ustedes son mexicanas", nos dijo uno de los dos árabes que esperaban en la estación de trenes de Nîmes frente a Diana y a mí. En general, todas las personas en Europa que han intentado adivinar mi origen han acertado sin titubeos. Al preguntar cómo es que no confundían con algún otro país latinoamericano, la respuesta fue: "los mexicanos son más morenos que los árabes, pero menos que los brasileños y tienen los ojos más chicos que los colombianos, los tienen rasgados".
            "Pero no sólo son mexicanas, ustedes son las verdaderas mexicanas", continuó el joven. Ante nuestra cara de extrañeza, su acompañante nos explicó que en las telenovelas mexicanas que pasan en Marruecos (que por cierto son muy populares), las actrices son rubias de ojos claros y no parecen mexicanas. En mi mente, aquel comentario fue inmediatamente catalogado junto con el de mi casera el primer día que me conoció: "pero sí tú eres la verdadera azteca". Sin entrar mucho en detalle, Diana les contestó amablemente que en la población mexicana había de todo, hasta árabes como ellos, es decir, los libaneses.
            "Y además apuesto a que puedo adivinar su nombre", siguió el más aventurado de la pareja de amigos. "María, te llamas María", dijo con la vista fija en mí. Qué le podía responder, si me llamo María/na... Ya en Marruecos y en Italia, más de una vez, vendedores desconocidos nos habían acosado a gritos "María, María, cómprame esta chamarra, cómprame, María", mientras que Marisol Coria y yo no podíamos más que reír y responder divertidas "ahorita no, gracias".
            Una vez más, pregunté por qué nos llamaban María y no otro nombre. La sencilla respuesta fue "todas las mexicanas se llaman María o Guadalupe, pero más María". "¿Y cómo saben eso?", inquirió Diana. La contestación nos llevó al punto inicial: Televisa y sus telenovelas...
            Ya en el tren camino a casa, sonreí con amplitud por mi visita a Nîmes y Avignon, en la que me había maravillado con el anfiteatro de Nîmes (el mejor conservado del mundo romano), había descubierto una buena amiga en Diana y tenía algo claro: era mexicana y me llamaba María/na.




12. Navidad gótica
"Navidad gótica" (Milán, 2010)                              ® Mariana Domínguez Batis
En la madrugada de la víspera navideña, en Milán, Ana Carlota me contaba sobre los orígenes nobles de la familia italiana de su madre, los Mapelli Mozzi, y sobre lo caro que es mantener un castillo en la actualidad. La plática discurría entre historias familiares (su hermana era vecina de George Clooney en el lago de Como; su abuela había sido una artistócrata fascinada con la cultura indígena mexicana y había escrito e ilustrado algunos libros al respecto; su padre era un amante de la lectura y poseía una hermosa biblioteca en la colonia Condesa de la ciudad de México; Male, su nana, se había convertido en una segunda madre para ella, siguiéndola hasta Milán), comida mexicana (después de haber vivido varios años en Italia, para el banquete de su graduación, su madre le había mandado de contrabando, en una maleta desde México, chiles rellenos, kilos y kilos de tortillas, dulces enchilados, de los que más se extrañan cuando se está lejos y, por supuesto, nopales), las amistades (Erika y Valentina, Sebas, Ángel, Dulce...), la situación en México, entre otras tantas cosas.

            Aquella noche, después de una larga y rica plática, sentí que la conocía de años atrás, cuando en realidad nos habíamos visto por vez primera tan sólo cinco días antes. Ana es una mexico-italiana de un corazón absolutamente generoso, para quien bastó con la sola presentación por internet de parte de mi viejo amigo Ángel, para recibirnos durante poco más de una semana en su casa en Milán durante las fiestas decembrinas. Toda su infancia, su padre se comunicó con ella en inglés, su madre en italiano y Male en español, por lo que está acostumbrada a saltar de un idioma a otro sin dificultad. Por ejemplo, después de la madrugada de la plática, en el desayuno, comenzó hablando en inglés con su compañera de cuarto británica, continuó preguntando a Erika en italiano cómo le fue en un examen y terminó poniéndose de acuerdo con nosotros en español para la cena de Navidad.

            Por la tarde, Nayeli, Eren, Marisol y yo ("las messicanas", como les gustaba llamarnos a los italianos) pusimos manos a la obra y con las tortillas restantes de la graduación (el tesoro más guardado en el congelador de Ana y, por lo tanto, un honor haberlo compartido en una fecha especial), preparamos unos chilaquiles, que en la cena navideña fueron acompañados con crema de elote, picadillo y agua de horchata. Ana, Erika y Valentina, estaban muy contentas con el manjar, mientras nosotras más bien nos chupamos los dedos con un Panettone, bebíamos gustosas cocteles Bellini y reíamos con los significados de los gestos italianos que nos enseñaban. 

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