13. Nimeño
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"Nimeño" (Nîmes, 2010) ® Mariana Domínguez Batis |
"Ustedes son
mexicanas", nos dijo uno de los dos árabes que esperaban en la estación de
trenes de Nîmes frente a Diana y a mí. En general, todas las personas en Europa
que han intentado adivinar mi origen han acertado sin titubeos. Al preguntar
cómo es que no confundían con algún otro país latinoamericano, la respuesta
fue: "los mexicanos son más morenos que los árabes, pero menos que los
brasileños y tienen los ojos más chicos que los colombianos, los tienen
rasgados".
"Pero no sólo son mexicanas, ustedes son las
verdaderas mexicanas", continuó el joven. Ante nuestra cara de extrañeza, su
acompañante nos explicó que en las telenovelas mexicanas que pasan en Marruecos
(que por cierto son muy populares), las actrices son rubias de ojos claros y no
parecen mexicanas. En mi mente, aquel comentario fue inmediatamente catalogado
junto con el de mi casera el primer día que me conoció: "pero sí tú eres
la verdadera azteca". Sin entrar mucho en detalle, Diana les contestó
amablemente que en la población mexicana había de todo, hasta árabes como
ellos, es decir, los libaneses.
"Y además apuesto a que puedo adivinar su
nombre", siguió el más aventurado de la pareja de amigos. "María, te
llamas María", dijo con la vista fija en mí. Qué le podía responder, si me
llamo María/na... Ya en Marruecos y en Italia, más de una vez, vendedores
desconocidos nos habían acosado a gritos "María, María, cómprame esta
chamarra, cómprame, María", mientras que Marisol Coria y yo no podíamos
más que reír y responder divertidas "ahorita no, gracias".
Una vez más, pregunté por qué nos llamaban María y no
otro nombre. La sencilla respuesta fue "todas las mexicanas se llaman
María o Guadalupe, pero más María". "¿Y cómo saben eso?",
inquirió Diana. La contestación nos llevó al punto inicial: Televisa y sus
telenovelas...
Ya en el tren camino a casa, sonreí con amplitud por mi
visita a Nîmes y Avignon, en la que me había maravillado con el anfiteatro de
Nîmes (el mejor conservado del mundo romano), había descubierto una buena amiga
en Diana y tenía algo claro: era mexicana y me llamaba María/na.
12. Navidad gótica
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"Navidad gótica" (Milán, 2010) ® Mariana Domínguez Batis |
En la madrugada de la
víspera navideña, en Milán, Ana Carlota me contaba sobre los orígenes nobles de
la familia italiana de su madre, los Mapelli Mozzi, y sobre lo caro que es
mantener un castillo en la actualidad. La plática discurría entre historias
familiares (su hermana era vecina de George Clooney en el lago de Como; su
abuela había sido una artistócrata fascinada con la cultura indígena mexicana y
había escrito e ilustrado algunos libros al respecto; su padre era un amante de
la lectura y poseía una hermosa biblioteca en la colonia Condesa de la ciudad
de México; Male, su nana, se había
convertido en una segunda madre para ella, siguiéndola hasta Milán), comida
mexicana (después de haber vivido varios años en Italia, para el banquete de su
graduación, su madre le había mandado de contrabando, en una maleta desde México,
chiles rellenos, kilos y kilos de tortillas, dulces enchilados, de los que más
se extrañan cuando se está lejos y, por supuesto, nopales), las amistades
(Erika y Valentina, Sebas, Ángel, Dulce...), la situación en México, entre
otras tantas cosas.
Aquella noche, después de una larga y rica plática, sentí
que la conocía de años atrás, cuando en realidad nos habíamos visto por vez
primera tan sólo cinco días antes. Ana es una mexico-italiana de un corazón
absolutamente generoso, para quien bastó con la sola presentación por internet
de parte de mi viejo amigo Ángel, para recibirnos durante poco más de una
semana en su casa en Milán durante las fiestas decembrinas. Toda su infancia,
su padre se comunicó con ella en inglés, su madre en italiano y Male en español, por lo que está
acostumbrada a saltar de un idioma a otro sin dificultad. Por ejemplo, después
de la madrugada de la plática, en el desayuno, comenzó hablando en inglés con
su compañera de cuarto británica, continuó preguntando a Erika en italiano cómo
le fue en un examen y terminó poniéndose de acuerdo con nosotros en español para
la cena de Navidad.
Por la tarde, Nayeli, Eren, Marisol y yo ("las
messicanas", como les gustaba llamarnos a los italianos) pusimos manos a
la obra y con las tortillas restantes de la graduación (el tesoro más guardado
en el congelador de Ana y, por lo tanto, un honor haberlo compartido en una
fecha especial), preparamos unos chilaquiles, que en la cena navideña fueron
acompañados con crema de elote, picadillo y agua de horchata. Ana, Erika y
Valentina, estaban muy contentas con el manjar, mientras nosotras más bien nos
chupamos los dedos con un Panettone, bebíamos gustosas cocteles Bellini y
reíamos con los significados de los gestos italianos que nos enseñaban.
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